lunes, 4 de mayo de 2009

Reflexión: ¿Cómo se aprende a caminar junto a otros?, por Diego Manrique

Diego Manrique

Desde que iniciamos la vida, estamos adquiriendo una serie de herramientas que nos ayudarán a aprender a caminar, el tema es aprender a hacerlo de manera certera.






Primero vamos por ponernos de pie, articular palabras, comunicarnos, desarrollar códigos para ser entendidos, a veces incluso aprendemos a crear máscaras para protegernos. Desde allí nos adentramos en los aprendizajes específicos que al parecer nos garantizarán el éxito y la seguridad.

Los padres de hoy invierten importantes recursos en la llamada formación académica de excelencia, como una forma de garantizar a sus retoños una buena autopista (digo autopista en honor a lo rápido y lleno de enlaces, de la vida actual).

Pero, ¿Cuánto invierten los sistemas educacionales y las propias familias en enseñar a los hijos el respeto, la valoración por las personas y el auto-conocimiento para llegar a posicionarse ante los demás de manera sana y efectiva? Sin duda la adquisición de estos recursos les permitirá a nuestros hijos una convivencia social armónica, donde existan encuentros, conexiones y aprendizajes desde la valoración de que somos seres humanos viviendo en una diversidad social.

Hoy más que nunca se potencia la importancia de los equipos de trabajo, donde todos aportan, donde todos son útiles, donde todos ganan si se unen y se apoyan. Entonces ¿Qué pasa?, por un lado se nos habla de potenciar individuos capaces de reconocerse y así generar avances junto a otros, aunque por otro lado la sociedad nos incentiva el individualismo, el exitismo y la agresividad.

Nos potencia la sociedad del ahora ya, sin dejar tiempo a la calma y la reflexión del andar.

Creo que como adultos hemos olvidado presentarnos como modelos en las cosas simples, en la cotidianeidad. ¿Cuándo fue la última vez que vio una película con su hijo(a) y se quedó reflexionando desde la emoción que les generó?

¿Desde hace cuánto que no prepara una sorpresa para un ser querido, sólo por dar amor?¿Ha gozado de cocinar o preparar algo junto a los suyos, sólo por el goce de estar juntos sin buscar la perfección?¿Cuántas veces miente delante de sus hijos diciendo a un amigo que no está?

¿Cuántas veces reacciona de manera violenta, avalado por el cansancio y el tedio del día?¿Conversa en familia generando empatía, naturalidad, interés y mirada por el otro?¿Pide disculpas cuando se equivoca, rescatando el aprendizaje del error?

¿Promueve la tolerancia y transacción entre los miembros de su familia?¿Explicita y aclara en familia el significado de los valores, que los sustentan como familia?.

Ser buenos patrocinadores en la formación del carácter de nuestros hijos, es un factor determinante en las habilidades personales de los individuos para ejercer la sociabilidad.

Nuestro aprendizaje social empieza en la familia, desde allí salimos al mundo a relacionarnos y a aprender de los otros, maestros que en sus diferencias ampliarán nuestra mirada. En el colegio se sigue potenciando ese aprendizaje.

Como adultos podemos hacer ajustes y comenzar a gestionar un mayor apoyo a nuestros niños. Es tarea de todos profesores, medios de comunicación, gobierno, pero ante todo de los padres.

Tenemos algo por hacer, re encantémonos con los amigos. Que nos vean compartiendo con otros en sus diferencias. Seamos facilitadores del diálogo. Mostrémonos abiertos a la escucha. Anticipemos vivencias, de acuerdo a la propia experiencia, para prevenir.

Posicionemos a nuestros niños en el amor y la bondad, sin entender éstas como una forma blanda de ir por la vida; se puede ser amoroso sin dejarse pisotear. Rescatemos la simpleza de las miradas. Riamos más. Compitamos menos y disfrutemos más.

Hablemos a nuestros hijos desde los logros emocionales:”fui capaz de aceptar a alguien que pensaba distinto”. Rescatemos junto a nuestros niños lo positivo de las vivencias, aunque éstas sean dolorosas. Démonos el tiempo; como decía Virginia Satir de regalar a otros el mejor regalo que podemos dar: verlos, escucharlos, sentirlos, hablarles; así también recibiremos de vuelta el regalo de ellos.

Trabajamos tantas horas para brindar a nuestros hijos lo mejor, que muchas veces nos olvidamos de vivir en lo esencial.

Aún podemos generar una actitud abierta a la tolerancia, al respeto por las diferencias, a la construcción de vínculos, aún podemos dejar que les falte un poquito de cosas para que valoren los afectos que los rodean, aún podemos ser modelos de actitud y de vida, y si nos cuesta aún, podemos buscar las ayudas en los que decidieron iniciar antes este camino.

Otros artículos de Diego Manrique en http://excellence-coaching.blogspot.com

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